Una vez más los de cuarto supieron estar a la altura de las circunstancias. El día no acompañaba y la lluvia amenazaba con acabar con la expedición antes siquiera de empezar. Pero ni cortos ni perezosos, los de cuarto no se dejaron avasallar.

Firmes en su empeño de dominar aquellas aguas, se subieron a las canoas y surcaron el pantano de un extremo a otro. El día mejoró en seguida y el sol salió a recibir a los de cuarto que armados con remos y chalecos salvavidas se lo pasaron de miedo.

El día acabó con un juego de “por mi”, no sin antes tener que ser remolcada alguna que otra canoa despistada.