Cada martes me acerco a confesarme para no acumular demasiado peso ni acostumbrarme al que ya llevo encima. Y me va muy bien, iba a decir que desde que lo hago mi marido ya no ronca, pero el caso es que soy sacerdote y además no tengo esa suerte (la de roncar, claro). Así que este martes me sorprendió el consejo recibido: “ojo con el mes de noviembre, no te olvides llevar a tus amigos Coca-Cola y ganchitos”. Supongo que le debió parecer que llegaba demasiado arrugado a mi encuentro, pero tengo que reconocer que el Espíritu Santo siempre es más creativo de lo que espero. Vamos, que como Sara hace casi 3.000 años puedo repetir tantas veces: “Dios me ha hecho reír” (Gén. XXI, 6).
Los católicos siempre podemos reír, y quizá esa alegría tenga mucho que ver con nuestra vida cristiana: estoy convencido de que la alegría es un asunto muy serio. Nos hace auténticos, porque si Nietzsche afirmó que “si Dios no existe todo está permitido”, nosotros podemos decir: “si Dios existe, tiene que ser la risa”. Es muy sencillo, basta con mirar una cebra o el envoltorio de una castaña. Es como si desde arriba nos dijera: tranquilo, que el mundo no se acaba aquí. Mira lo que hecho y…
-A veces no es fácil reír -me interrumpe McClane. Observa lo que dice el profeta: “Estoy como un pájaro solitario en el tejado” (salmo 102).
-No te entiendo John, después de todo lo que hemos pasado juntos…
-Tranquilo. Es que estamos en el mes de los difuntos y estoy dándole vueltas a mi funeral. No, en serio. Pensaba que tiene gracia lo de Halloween: reírse hasta de la muerte.
-Hombre, tampoco te pases…
-¿Que no me pase? ¿Tú sabes lo que es estar todo el maldito día con la sensación de salvar el planeta mientras dejas a tu paso gasolineras ardiendo? Yo lo veo así: estamos en este mundo para arreglar lo que podamos, y mientras eso ocurra, no tengo ningún miedo a comparecer ante el Todopoderoso, porque en cuanto le vea, supongo que podré decirle: Jefe, aquí está tu placa, he hecho lo que he podido, no sabes la de veces que te he echado de menos ahí abajo…
Me he quedado pensativo. De hecho Halloween quiere decir víspera de todos los santos (All Hallow’s Eve). Y creo que John tiene razón, hacen falta santos dispuestos a dar razón de su alegría cristiana en cualquier momento y circunstancia. El trato con Dios debería devolvernos a la realidad.
“Porque el cristiano es realista, con un realismo sobrenatural y humano, que advierte todos los matices de la vida: el dolor y la alegría, el sufrimiento propio y el ajeno, la certeza y la perplejidad, la generosidad y la tendencia al egoísmo. El cristiano conoce todo y se enfrenta con todo, lleno de entereza humana y de la fortaleza que recibe de Dios” (san Josemaría).
Leonardo Agustina
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