A Willy Fog le dio tiempo realizar la vuelta al mundo en 80 días. Nosotros tuvimos que conformarnos solo con Europa, pero en 10 días y en autobús, que eso le da más emoción. En concreto, más de 60 horas. Casi nada. Ahora lo bueno es que un Madrid-Cádiz se te pasa volando.

Porque después de las convivencias en Gaztelueta para unos y en Molino para otros, la JMJ suponía el broche de oro a un verano irrepetible. Tener la oportunidad de visitar ciudades del nivel de Verona, Viena o Praga, y sobre todo poder pasar unos días tan cerca del Papa Francisco, hará que muchos no olviden jamás esta peregrinación.

Cracovia se convirtió en la capital española durante varios días. Por las calles se sucedían los cánticos, las banderas, los ánimos a la gente de otros países… El primer día en Cracovia fue intenso. Tanto que algunos ya a la hora de la comida se quedaron sin voz. A continuación, pudimos tener un breve rato de tertulia con el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, antes de ir al Via Crucis junto con el Papa Francisco.

El día de la Vigilia no fue menos intenso. Ahí es donde se pudo comprobar la hospitalidad de los anfitriones polacos. Nos esperaba una larga caminata, pero el agua fresca y la comida que la gente de los alrededores nos ofrecía la hicieron mucho más llevadera. Sobre todo si te ofrecían bollos calientes recién hechos. Así todo es más fácil.

Una vez en el Campus Misericordiae, y después de un buen rato para descansar, pudimos hacer un rato de oración con el Papa. Silencio. Cientos de miles de jóvenes en silencio absoluto rezando. Para muchos, el momento más impactante de la JMJ.

Después de la Misa del domingo queda poco tiempo que perder. Directos al bus rumbo a casa pasando por Praga, Lyon y Gerona. Los días pasaron muy rápido, aunque parecía que había pasado un mundo desde la primera de las dos noches en el bus. El colofón lo puso Guillermo, el conductor, y con el todos nos conjuramos para repetir JMJ en tres años. Proximo destino: Panamá.