El hombre postmoderno tiene respuestas para todo, siempre con su base científica y su pretensión de sabelotodo. Supongo que en ciertos campos del saber algo habremos avanzado, durante los últimos siglos al menos. Sin embrago, siempre quedan aspectos, o mejor situaciones, que escapan a la agobiante lupa cientificista, que pretende sin éxito controlar y predecir todos los movimientos del hombre, como los focos alemanes en cualquier película de la Segunda Guerra Mundial.
Es un esfuerzo inútil, el de la ciencia totalitaria, porque en nuestro sistema operativo somos portadores de esa chispa divina que se llama libertad, y que nos hace imprevisibles. Quizá sea esta la característica más humana de nuestra especie, la que en definitiva nos diferencia del mundo animal, sometido al yugo del instinto y la determinación. Y me atrevería a sostener que es precisamente ese azar que lleva cada persona en su existencia, lo que hace que sea genuino, divertido, imprevisible… ¡Único! Mi confesor tiene esa capacidad de ser imprevisible, y en grado sumo. De hecho, esta semana me rompió una vez más el saque: -En el mes de mayo aprovecha para acercarte mucho a la Virgen, y meter tu mano en su bolsillo… ¿Qué? Lo primero que me vino a la cabeza fue pensar en María, pero no en la Virgen, sino en Mary Poppins.
La verdad es que su bolso siempre me pareció de lo más fascinante que haya podido crear la factoría Disney, ¿os acordáis? Uno podía sacar desde una lámpara, hasta una pecera. No sé si mi confesor tenía en mente esta imagen, pero me sirvió para mi oración: es verdad, en el bolsillo de María, la de Nazareth, podemos y debemos buscar todo lo que necesitemos siempre. Nos sorprenderá la profundidad, la riqueza insondable que se esconde en su interior.
Y si las madres de la tierra saben guardar en sus bolsos cosas tan interesantes para sus hijos (empezando por el dinero para merendar y pasando por esos caramelos de menta tan especiales) ¿qué no nos encontraremos en el otro bolsillo? En 1830 la Virgen se apareció en Francia a una mujer llamada Catalina Labouré, y cuenta ella que, a diferencia de otras apariciones como la del Pilar o la de Fátima, durante el tiempo que duró la conversación, la Madre de Dios estuvo sentada tranquilamente en un sofá… Ojalá este mes de mayo nos demos cuenta de lo que nos quieren desde arriba, y de lo cerca que está María de cada uno de nosotros: “Antes, solo, no podías…
-Ahora, has acudido a la Señora, y, con Ella, ¡qué fácil!” (san Josemaría, Camino, n. 513).
Leonardo Agustina
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