Como ya nos tienen acostumbrados, los chavales de 5º de primaria volvieron a superar nuestras expectativas al casi coronar el indomable, increíble, aluciflipante monte del YELMO (1809m). Antes de proseguir con nuestra crónica, decir que no llegamos a la cima por culpa de la meteorología que no por nuestra falta de ganas.
A las 11h30, salió una furgoneta rumbo al Yelmo en la cual los intrépidos aventureros no paraban de comentar lo divertido que había sido el ensayo de la Opera Rock del día anterior. Tras media hora de travesía, nos encontramos aparcando enfrente de la casa de Galis donde los de 1º ESO estaban realizando una convivencia solo apta para héroes. Tras recoger las mochilas y saludar a nuestros hermanos mayores, nos adentramos en las profundidades del Yelmo donde según cuenta la leyenda de Pablo O, J.R.R.Tolkien, se inspiró en ese paisaje para escribir El Señor de los anillos. Nosotros al igual que la comunidad del anillo con Andrés P como guía nos adentramos en las profundidades del monte.

Atravesamos valles, Luis P junto a Lucas M no dudaron a la hora de saltar ríos indomables, nos enfrentamos a las hordas de Saruman representadas por un grupo de viandantes cuyo perro se llamaba Mostro, vimos a Milú quien como era de esperar no encontraba a Tintín. Tuvimos el privilegio de poder contemplar un paisaje que no tiene nada que envidiar a la estampa de la puesta del sol en la sabana Africana.

Sobre las 14h00 un grupo de aventureros (si es que se les puede llamar así), nos aconsejaron volver sobre nuestros pasos ya que unos metros más arriba, estaba empezando a nevar, pero al consultar a nuestro guía Emocional Juan A, decidimos subir, porque la historia nos estaba esperando y así fue, unos metros más adelante, nos encontramos con nieve virgen que tras nuestro paso se encontraba en la cabeza de Pablo, en los pantalones de Fernando H o en la nariz de algunos. Cuando la meteorología era muy adversa, decidimos parar a comer y nuestra única atracción aparte de las chocolatinas y caramelos de Pablo, era el ir a calentarnos bajo los escasos rayos de sol que había.

La vuelta a la civilización fue digna de la Ilíada, cuando ya habíamos conseguido acostumbrarnos al frio en las manos, el dios del Rayo, nos intentó poner a prueba mandándonos una ráfaga de granizo que más que acobardarnos, nos dio alas y empezamos a correr cuesta abajo. Casi perdemos a uno de nuestros camaradas pero una mano hábil de Andrés, salvo la vida el iluso Lucas que creyó por un instante ser más rápido que el rayo. Una vez retomadas las fuerzas con un chocolate caliente en casa de Galis, volvimos a Madrid y nos enzarzamos en una lucha titánica de ping pong pero esa es otra historia.
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