El sábado el auténtico Padrino vino al Jara. Había fiesta de etiqueta. Un poco clandestina, pero bueno. Muchos invitados, ataviados como mandan los cánones de las mafias más malas. Pero con arte. Mucha, mucha, mucha policía por los bajos turbios de Menéndez Pidal, 35. Pintas de los más hollywodienses. Sombreros de todos los colores. Corbatas de lo más fashion. Tirantes. Pajaritas. Chalecos. Bigotes: de verdad, y de cánfor. Todo muy como siempre, pero como nunca. A la vez. Lo pasamos en grande. El Padrino se fue contento. Hubo lluvia de billetes verdes. Y aprendimos muchas lecciones en una sola tarde. Incluso a recoger las cosas bien para que nuestro sótano quede impoluto. Que después viene la secreta cuando nadie se lo espera, y nos pillan con las manos en la masa…