Antes de llegar a nuestro destino final, el sábado fuimos a ver la Ciudad Encantada. Una exposición absolutamente natural en la que las piedras tienen formas más o menos reconocibles, que además varían según de donde las miras (acordaos de la foca-caniche). Comimos en el Mar de piedras y Tomás C. nos enseño a bajar una pared casi vertical de piedra de una manera distinta. Después jugamos al fútbol sala, donde quedó patente que Juan A. tendrá mucho que decir en el Mundialito.

Por la noche, tras un tiempo de estudio, nos acomodamos en una casa grande, donde todos se peleaban por poner la cena, confirmamos que el juego de moda sigue siendo el lobo y disfrutamos de una peli metido cada uno en su saco.

Ya en Cuenca disfrutamos de un caluroso fin de semana muy agradable: el sábado asistimos a Misa a la Catedral y aprovechamos para visitarla: ahí a Gonzalo A. le dio un tirón. Un paseo por la ciudad y subida a la muralla, unas vistas increíbles. Esa tarde vimos a Lorenzo coronarse campeón de motociclismo.

Recogida y vuelta a Madrid en la furgo donde escuchamos por enésima vez (sin cansarnos) Waiting for love, el de unos padres que nos esperaban para volver a casa tras un planazo que habrá que repetir.